viernes, 6 de enero de 2012

1.- THIS IS WAR por polly_dreams

El traqueteo que resuena en mi cabeza se asemeja a un terremoto dentro de ella. Mi vista está nublada y no distingo nada que no sea polvo. A duras penas consigo levantar mi mano, pasándomela por la frente. ¿Qué es eso? Acerco mis dedos a los ojos y veo rojo. Es sangre. Por fin distingo algo más, ceniza, es ceniza lo que mancha todo mi cuerpo. Comienzo a toser agitada, apretándome el vientre mientras me retuerzo en el suelo que huele a... Ceniza. ¿Qué demonios está pasando?
      He estado inconsciente, porque no recuerdo nada que no sea el último minuto. Me repongo y es entonces cuando escucho las estridentes sirenas, los lloros, los gritos, los disparos. La muerte. Al fin consigo ponerme en pie y las imágenes van acudiendo a mi mente. La explosión, todo saltando por los aires, las ventanas estallando, los edificios derruyéndose, las familias partiéndose.
      Busco desesperada a mi alrededor algo que no sean miembros mutilados. Corro desesperada buscando a mis padres, a mi hermana. No hay rastro. Cada paso que doy es un metro más lejano a la esperanza de encontrarles vivos. Cruzo las calles observando el desolador paisaje a mi alrededor. Niños llenos de sangre llorando, buscando a sus madres, hombres que han sobrevivido apilando cadáveres en torno a la iglesia, mujeres con el corazón partido arrodilladas junto a los cuerpos inertes de sus seres más queridos. De entre la pila distingo algo que jamás hubiera querido ver o imaginar. El brazo cubierto de tatuajes de mi padre. No siento los pies y mi respiración es agitada, pero necesito comprobarlo, ver que es real. Que está... Muerto. Sujeto su mano, está fría, inmóvil. La acerco ligeramente a mi cara, raspando con su tacto mi mejilla. Nunca volverá a acariciarla. Sus dedos de guitarrista recogen una lágrima silenciosa que desciende vertiginosa. Cierro los ojos, y sin ser creyente hago una pequeña plegaria por su vida. Pero no es todo. El cuerpo de mi madre y el de mi hermana están junto a él. Sus pelos rojos como el fuego aún brillan, son lo único que tienen vida. Lo que antes había sido una oración ahora se convierte en una maldición, en un grito desesperado por recuperar algo que jamás volveré a tener.
      ¿Por qué ellos? ¿Por qué no yo? Todo cruza por mi cabeza en una maraña de pensamientos que sólo consiguen hacerme llorar cada vez más fuerte. Los soldados corren hacia nosotros, empujándonos, impidiéndonos que compartamos unos últimos momentos. Trato de detenerles, de explicarles lo que he perdido, pero no escuchan, no entienden, no se detienen. Tropiezo con mis pies en el vano intento de volver sobre mis pasos. Nos conducen a un edificio medio derruido, todo es nefasto a su alrededor, pero parece estar ligeramente protegido.
      Cubren mi cuerpo con una manta, como si eso fuera necesario. No tengo calor, tengo rabia, desesperación, pena. Y eso un trapo no lo hará desaparecer. Los sanitarios se acercan, ni siquiera les entiendo cuando me hablan, sigo inmersa en mis pensamientos. Pero no me hace falta abrir la boca, con un ligero movimiento de mi mano negando que necesite ayuda se dispersan, buscando a alguien que les necesite de verdad. Y pronto lo hacen, el lugar está repleto de gente con el cuerpo mutilado, heridas desgarradoras, brechas. Hay sangre por todos los lados. El olor a muerte y dolor se cuela por mis fosas nasales, provocándome arcadas. Sé que ese olor no desaparecerá jamás de mis recuerdos.
      Y es ahora cuando más les echo de menos. Sus valores, su forma de pensar, la fuerza que transmitía en sus canciones. ¿Seguirá eso presente ahora? Y pienso en todas esas cosas que jamás me dirá, “Estoy orgulloso de ti”, “te quiero”, “Tú puedes”, y en todas las sonrisas que me dedicaba cada mañana al despertarme, dándome el calor necesario para luchar cada día. Pero no, ellos no van a volver a casa. Estoy sola.
      Recojo mis piernas, poniendo los brazos en torno a ellas, abrazándome, pensando que aún están junto a mi, buscando en vagos fantasmas las respuestas a todo lo que está pasando, a todo lo que debería hacer. Nada ni nadie hubiera previsto ese ataque. Una nación tan grande, tan orgullosa, tan preparada como EEUU arrodillándose antes los latigazos de la tercera guerra mundial. Destruyéndose a si misma. La ciudad de los sueños, de la libertad, de la esperanza volviéndose oscura, convirtiendo su lema en polvo, en prisioneros de los miedos más antiguos.
      ¿De qué nos sirve ahora todas las tecnologías, todos los avances? Teléfonos móviles capaces de transmitir nuestra imagen a la otra punta del planeta, pantallas de televisión que nos muestran realidades alternativas, automóviles que superan velocidades inalcanzables… ¿Para qué? ¿De qué ha servido todo eso? ¿En qué nos ayuda en este momento? Todos nuestros pasos sólo nos han llevado a una destrucción más masiva, más devastadora. La humanidad, capaz de curar el cáncer, pero con la facilidad de destruir el mundo con un solo arma. El ser humano.
      Basta con mirar alrededor para ver que nada de todo lo que teníamos servirá para curar el dolor. Hay pedazos de historias, de personas, de amigos, de amantes que buscan el abrazo para refugiarse. Porque nada de lo que teníamos nos sirve, nos queda lo más básico, lo único necesario, una sonrisa cómplice. Las personas encuentran en los hombros de desconocidos el apoyo, la fuerza. Eso es todo lo que queda ahora.
      Todos se reúnen para intercambiar palabras cariñosa, de valentía, de confianza, compartir lo que han perdido, sus desgracias, supongo que eso les une y les da el valor suficiente para poder seguir. Sonrío de medio lado al ver cómo un grupo de niños, ajenos a todo lo que está ocurriendo corretean jugando, evadiéndose de esa atmósfera de dolor. Agacho de nuevo la mirada, observando el tatuaje que me fui a hacer el día de mi 18 cumpleaños con mi padre. Fue idea suya, fue él quien me acompañó. En la muñeca izquierda, una “S” con forma de clave sol encabeza la palabra “Stronger”. Él repetía a menudo esa frase, “Lo que no te mata, te hace más fuerte, y la música siempre estará a tu lado para hacerte levantar”. Entonces dejo que fluya su voz a través de una melodía que se reproduce en mi cabeza.
      Las canciones son interrumpidas por los gritos de un grupo de hombres. Les escucho hablar de venganza, de tomar las calles, de imponerse a los ejércitos enemigos, plantar cara y llevarse vidas por delante. Me levanto de golpe, siguiéndoles al exterior donde ya hay una muchedumbre furiosa y con sed de sangre. Les escucho atenta, asustada, preocupada.
      - ¿Es que no habéis tenido bastante? -reprimo las ganas de llorar mientras mis pasos me llevan hacia ellos- ¿No habéis visto suficiente dolor? ¿Es que las muertes de vuestra gente no os afecta? -estoy al borde de la histeria.
      Muchos bajan sus pistolas, otros levantan las miradas impasibles, llenos de furia. Esto es el ser humano en esencia, maldad y bondad, voluntad para labrar su camino.
      - No se puede buscar la paz a través de la guerra -prosigo- no recuperaréis a vuestra familia matando a nadie.
      Logran captar el mensaje, se miran cómplices y asienten en silencio, tirando al suelo cada arma, cada pensamiento destructivo, saben que no llegaremos así a nada. Los ánimos están varios metros bajo el suelo, todos estamos abatidos, todos hemos dado contra la piedra más dura de nuestros caminos. De forma instintiva les hablo de mi padre, de su música, de sus canciones. Algunos de ellos le reconocen y sorprendidos, lamentan su muerte y como yo, recuerdan sus letras.
      La noche se cierne sobre nuestras cabezas. Los aviones sobre vuelan los edificios, sin dar tregua a nuestros nervios, atentos a cualquier estímulo que nos indique que volverá otra tragedia, siempre alerta. Un chico con aspecto desgarbado se acerca con algo que conozco muy bien, una guitarra. Sonrío de forma sincera, algo difícil de ver en ese momento, y la recojo entre mis brazos como si fuera una pieza única, frágil y valiosa. No está en las mejores condiciones, pero nos da los ánimos suficientes para cambiar el sonido de los disparos por un himno de valentía. Cambiar el fuego por notas musicales. Una voz en mi interior me dice “Estoy orgulloso”. Y cada verso de la canción derramo una lágrima, cerrando los ojos para impedirlo, sin éxito. Dejo que mi voz fluya con naturalidad, con desgarro, con el dolor que siento, la música habla por mi, como siempre ha hecho a través de mi vida. Tímidamente las personas se sientan en torno al extraño corro que hemos formado. Se abrazan, comparten mis lágrimas, su propia historia de desolación.
      La mañana siguiente no es muy distinta a la anterior. Los gritos, las balas y el ruido metálico de la guerra siguen dando la banda sonora a esos días de lluvia. Me despierto notando el frío suelo bajo mi cuerpo. Alguien se ha molestado en taparme con una raída manta. Ese gesto me permite sonreír.
      Noto el ambiente aún más tenso, las personas están agitadas y se miran los unos a los otros aterrorizados. No entiendo nada. Me levanto rápida, acercándome a personas que voy reconociendo del día anterior.
      - Se acercan tropas enemigas -escucho decir a alguien, alarmado.
      Todos recogen las pocas pertenencias que han logrado salvar y se apresuran a salir de allí, perdidos, aún más perdidos que antes. Otros vuelven a armarse, dispuestos a plantar cara y dar sus vidas. Sangre por sangre es su lema. Y volvemos sobre nuestros pasos, al comienzo, al horror de la guerra.
      - ¡NO! -vuelvo a gritar-
      Dejo que mis pies me guíen de forma instintiva, pero mi camino se me truncado por el paso de una enorme máquina metálica brindada. El enorme tanque me impone, me hace sentir lo insignificante que es mi vida al lado del odio humano. El poder, el dinero, la corrupción, la maldad, todo eso carga las balas, la guerra. Y no estoy dispuesta a dejar que avance un solo metro más. Me detengo frente a ello, con la respiración agitada, mi corazón golpea con fuerza y mi cuerpo pide a gritos huir de allí antes de ser aplastada. Me mantengo firme, fiel a mis principios. Y siento el espíritu rebelde de mi padre a mi lado, dándome la mano, dándome la seguridad que necesito.
      - Si no terminamos con la guerra, la guerra terminará con nosotros -de mi boca salen las palabras de H.G. Wells que aprendí desde pequeña.
      Distingo a un soldado abrir la tapa del tanque, su cara es de sorpresa, sus ojos están abiertos exageradamente. Vuelvo mi cabeza y veo el remolino de gente que poco a poco se va formando tras de mi. Un niño sujeta con fuerza mi mano y me sonríe. Yo le devuelvo el apretón.
      - Las balas no podrán callar nuestras voces -



por polly_dreams
http://pollyisdreaming.blogspot.com/

3 comentarios:

  1. Consejo de aficionada a los blogs, nadie se lee las entradas tan largas, da pereza a morir. Entradas cortas a concisas, son la clave chicas.

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  2. Gracias por el consejo, aunque nosotras no escribimos nunca entradas tan largas esto forma parte de una especie de ``concurso´´ que estamos haciendo y nos gustó este texto que nos mandaron y no pensabamos acortarlo asique esperemos que la gente empiece a leerlo y se enganche aunque intentaremos que el resto sean más cortos

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  3. Me encanta el texto, me hace reflexionar mucho. Muchas gracias por habernoslo enviado :)

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